HISTORIAL


   
Los barrios San Isidro y Santa Dorotea se extienden en la zona sur de la ciudad de Vergara adyacentes a las vías del ferrocarril. Por esta razón y en virtud de que su frontera no se haya bien delimitada, es que a ambos barrios se los conoce más bien por el nombre  genérico de Barrio de la Estación.  Desde luego que la estación de trenes de la antigua A.F.T.E. (Administración de los Ferrocarriles y Tranvías del Estado),  fue el centro de la actividad del barrio y prácticamente la razón de ser de su existencia. 


Con cuarenta y dos frecuencias semanales en servicios de pasajeros; seis frecuencias semanales desde y hacia Montevideo en servicios de carga general y dos a tres frecuencias semanales en servicios de hacienda, fácil es advertir la enorme significación que el ferrocarril tuvo en el desarrollo de esa zona. Tal actividad requería de un plantel de personal de alrededor de cincuenta personas entre jefes, personal administrativo, personal de playa de maniobras y personal de cuadrilla de mantenimiento de vías. Es decir cincuenta familias dependientes del ferrocarril exclusivamente. Si a esta lista se agregan, troperos, comisionistas, vendedores ambulantes, fleteros, taxistas, changadores y contrabandistas, se llega fácilmente a las cien familias. 
Por sus características, el fútbol fue desde el principio, el principal entretenimiento y casi el único deporte,  con cuya práctica se lograba contrarrestar en parte los efectos de las duras jornadas de trabajo.  Esta noble función de dicho deporte,  se vio fortalecida por la construcción en el barrio y a escasas dos cuadras de la estación, de la, por entonces, única cancha de fútbol del pueblo: el histórico Parque Vergarense, actual  Estadio Ventura Ramiro Robaina.
En ese marco histórico social, en la esquina de las calles Ituzaingó y Dr. Legartó, en el “Almacén y despacho de bebidas fermentadas” de Omar Silveira, el  9 de mayo de 1952, se funda el Club Atlético Huracán. Participan del acto de fundación los hermanos Silveira: Ruben, Glomer y Omar, los hermanos Fleitas: Nelson y Néstor, los hermanos Irigoín: Omar y Hugo y Florencio Martínez. De origen humilde, su primer  año, transcurre sin una organización jurídica, más bien como “cuadro de familia”. Recién en 1953 elige su primera comisión directiva, la que será presidida por Pedro Irigoín. Durante más de una década (hasta 1964 más precisamente) mantiene un claro liderazgo, obteniendo en ése lapso seis títulos de campeón. A partir de allí se aleja de los primeros puestos, comenzando un progresivo proceso de deterioro institucional, el que recién se detiene en los albores de la década del setenta con el advenimiento de Víctor Orlando Rigamontti a la presidencia. Largo y trabajoso fue el camino de recuperación el que recién fructifica en 1987 con la obtención del Torneo Liguilla y un año después con el título de Campeón Regional 1988. Previo a estos logros,  más precisamente en 1987 y durante la presidencia de Martín Agapito Sellanes,  obtiene su personería jurídica. En lo sucesivo, si bien no obtiene muchos títulos, ya no se alejará más de los puestos de vanguardia y será protagonista y animador de todos los torneos de todas las divisionales de la Liga Regional Vergarense.  Campeón del Torneo Liguilla de 1999 en primera división; Campeón en sub 15 y sub 18 en el año 2001; Campeón sub 15 en 2003; varios subcampeonatos en las tres divisionales, marcan un proceso que lo llevan a retomar el título de Campeón en 2005, vicecampeón en 2006,  2007, 2009 y 2011 y campeón en sub 18 en 2008.



UN VENTARRÓN DE MEDIO SIGLO

(Página escrita con motivo de los cincuenta años del Club)

Nació en un barrio del sur, mirando al sur. Y por lo tanto, pobre. Congruente con ésa extraña afinidad de la pobreza por lo austral. En realidad nació en un barrio y medio. Chiquito y estirado junto a las vías, San Isidro. Más extenso y un poco más al norte, Santa Dorotea. Con vocación y alma ferroviaria desde luego. Acunado por el estrépito de los trenes y el hop hop de los troperos en el corral de embarque. Entre la rudeza y el acre sudor de los obreros de la cuadrilla y la pinta perfumada de los endomingados de la estación siempre desbordando gente. Con un farol balanceando en la barrera y el misterio de adiós que siembra el tren. Barrio de tango. O por lo menos de bailes. Los bailongos de mi pueblo con naranjita y cerveza. Los de bailar agachado pa’ no golpear la cabeza. Barrio de tango, de oscuridad, pobreza y barro. El de las noches tranquilas con perfumes de naranjos. El del canto de los grillos o el sonar de algún tango que en viejas serenatas canta Alquides, quizás... Con la luna chapaleando sobre el fango y a lo lejos... A lo lejos: Bonilla punteando un tango en lo é doña Filomena, llora el violín de Rosendo, el Chorro acompaña y piensa. Y es que lo de doña Filomena está ahí nomás, a un grito de la esquina de Ituzaingó y Dr. Legartó. El corazón mismo de Santa Dorotea.
Y junto a la canilla que está en la esquina, una luz de almacén. Allí nació. Un 9 de mayo de 1952  y fueron sus padres: los hermanos Silveira, Omar, Glomer y Ruben; los hermanos Irigoín, Omar y Hugo; los hermanos Fleitas, Néstor y Nelson y Florencio Martínez, según reza en su partida de nacimiento. Pensaron llamarlo Ventarrón. Vaya uno a saber por qué luego optaron por el nombre más técnico y devastador de Huracán. Y entre bolsas de papas  y de maíz, entre latas de todo tipo, entre un trago y otro trago, sobre el desvencijado mostrador se labró el acta. La primera resolución de la comisión directiva: mandar confeccionar un sello. La indumentaria, bien fiel a su origen: casaca blanca con adornos rojos; pantalón de cualquier color amplio y por la rodilla; boina, preferentemente colorada, encasquetada hasta los ojos; canillas al viento y mucha alpargata “Rueda” por botín. Así se ve en una de sus primeras fotos. Sin más distintivos. El aeróstato del legendario Jorge Newbery le fue incorporado mucho tiempo después, tal vez para disimular un poco la pobreza y parecerse en algo al copetudo y ricachón tocayo porteño. Y así comenzó a andar. Escuela de fútbol para la gurisada del barrio y del pueblo, quien más quien menos alguna vez se calzó su casaquilla. La lista de recordados crack de la zona que defendieron sus colores es realmente impresionante: El “Merito” Fleitas, el “Negrito” Muniz, “Pocholo” Rivero, el “Vasco” Omar Irigoín, Mario Batalla, el “Pocho” Silveira, “Pelé” Cuello, el “Cholo” Carballo son algunos de los nombres metidos para siempre en la nostalgia de su hinchada. ¡Y qué hinchada! Se la recuerda apretujada en el terraplén del arco de la entrada en torno a tres nombres para la  leyenda: Zacarías Fleitas, Ugo Pisso y Juan Téliz. Parapatética detrás de la voz hecha trueno de ese Negro filósofo y sabedor. Y así anda desde entonces. Al igual que en los pobres, sus épocas fueron malas mezcladas con algunos períodos de prosperidad. Consecuente con su origen y con el origen y la existencia de su gente. Supo  de triunfos resonantes y alguna vez ganó donde ningún otro lo ha hecho  todavía. En las malas, su estirpe de clan, su condición de cuadro de familia pobre y numerosa le dieron sangre, aliento y vida. Desde aquel inicio de los Silveira, los Irigoín y los Fleitas, siguiendo por los Martínez, Turren, Morales, Sellanes y por lo menos tres generaciones de Caraballo,  hasta este presente de los Pintos, los Miraballes y los Marchelli. Cincuenta años. Ya nunca me verás como me vieras parece decir el barrio. El club de doña Filomena hoy es arena que la vida se llevó, el corral está en silencio  y no hay más adioses en el andén desierto. Pesadumbre del barrio que ha cambiado. Pero El está ahí. Como un viento antiguo removiendo la hojarasca de la historia. Con la nostalgia de las cosas que han pasado pero con la esperanza intacta, pues el sueño no murió. A pesar de todo, vivo.
Tal vez porque los pobres, son indestructibles.

Los fragmentos en cursiva pertenecen a los tangos: “Sur” y “Barrio de Tango” de Homero Manzi y Anibal Troilo;  a las canciones “Naranjita y Cerveza” de José Nicolás Sarasola  y “Amigo Juan” de Ruben Eduardo Acevedo y al poema “Vergara” de Alaídes Nancy Silvera.
Vale la aclaración en homenaje a sus autores y a los personajes y lugares que mencionan.

                                                                                                                   Mayo  de 2002.
                                                                                                                    D. B. L.



1 comentario:

  1. Gracias por la exelente reseña que para los que, como yo, no somos del lugar, nos da una clara idea del recorrido del Glorioso Uracan. Felicitaciones y un abrazo grande para todos desde Canada.

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